En el comienzo, tras la formación del Cielo y de la Tierra, tres dioses se crearon a sí mismos y se escondieron en el cielo. Entre este y la Tierra apareció algo con aspecto de brote de junco y de él nacieron dos dioses más que también se escondieron. Otros siete dioses nacieron de la misma manera y los dos últimos se llamaron Izanagi e Izanami.
Al principio, la Tierra estaba completamente desordenada, era el caos. Por ello, todas las deidades se reunieron para discutir sobre el destino de la Tierra y decidieron delegar mediante un augusto mandato a la pareja más joven de dioses, Izanagi e Izanami, y les entregaron una lanza cubierta con piedras preciosas llamada Ame-no--nuboko. Posteriormente, estas deidades se posaron en un puente flotante celestial llamado Ame-no-ukihashi y con la lanza comenzaron a remover la masa caótica. Al sacar la lanza, gotas de agua salada empezaron a caer de esta y se coagularon, dando así nacimiento a la isla Onogoro-shima.
Al formarse esta isla, ambos dioses decidieron descender del cielo e instalarse allí. Izanagi e Izanami edifican de manera espontánea un augusto altar llamado Yashidono, una augusta columna celeste llamada Ama-no-mi-hashira y, alrededor de esta, una augusta sala de ocho brazas.
Una vez allí, ambos descubrieron que sus cuerpos estaban formados de manera diferente. Izanami dijo que su cuerpo estaba completamente formado, pero que había una parte que no le había crecido. A lo que Izanagi respondió que su cuerpo también estaba totalmente formado, pero que él tenía una parte que le había crecido demasiado. Entonces, Izanagi le ofreció a Izanami introducir en el cuerpo de la diosa esa parte que le había crecido demasiado para así poder procrear.
Izanami aceptó e Izanagi propuso que ambos debían girar alrededor del pilar sagrado Ama-no-mi-hashira; ella debía ir hacia la izquierda y él hacia la derecha y, cuando se encontrasen, realizarían el coito. Sin embargo, luego de haberse encontrado en el pilar, Izanami fue la primera en hablar diciendo “¡oh, en verdad eres un joven hermoso y amable!”, a lo que luego Izanagi respondió “¡oh, qué joven más hermosa y amable!”. Además, Izanagi reprendió a Izanami diciendo: “No es correcto que sea la mujer quien hable primero”.
A pesar de ello, ambos hicieron el acto sexual, y engendraron un hijo llamado Hiruko, un niño sanguijuela, el cual fue arrojado al mar en un barca de juncos y la corriente lo arrastró. Luego dieron nacimiento a Ahashima.
Izanagi e Izanami conversaron acerca del problema de haber engendrado hijos no buenos y deformes, por lo que deciden acudir a los dioses primordiales. Los dioses, mediante la adivinación, les responden que la razón del problema es que la mujer había hablado primero en el acto. Así, la pareja de dioses vuelve a Onogoro-shima y nuevamente giran sobre la columna de Ama-no-mi-hashira y, al encontrarse, Izanagi es el primero en hablar, seguido por Izanami. Al terminar, realizan el acto sexual y es así como todo salió según sus deseos.Con el tiempo, Izanagi concibió todas las islas que forman el Japón, creando, además, dioses para embellecer a estas, y después hicieron dioses del viento, de los árboles, de los ríos y de las montañas, con lo que su obra quedó completa. El último dios nacido de Izanami fue el dios del fuego, cuyo alumbramiento produjo tan graves quemaduras en los genitales de la diosa que esta murió. Y todavía, mientras moría, nacieron más dioses a partir de su vómito, su orina y sus excrementos. Izanagi estaba tan furioso que le cortó la cabeza al dios del fuego, pero las gotas de sangre que cayeron a la Tierra dieron vida a nuevas deidades.
Tras la muerte de Izanami, Izanagi quiso seguirla en su viaje al Yomi, el inframundo, pero ya era demasiado tarde. Cuando llegó allí, Izanami ya había comido el alimento sagrado del mundo de los muertos, lo que hacía imposible su regreso al mundo de los vivos. La diosa pidió a su esposo que esperase pacientemente mientras ella discutía con los demás dioses si era o no posible su retorno, pero Izanagi no fue capaz; impaciente, rompió una punta de la peineta que llevaba, le prendió fuego para que le sirviese de antorcha y después entró en la sala.
Una vez allí, presenció una escena espantosa: gusanos se retorcían ruidosamente en el cuerpo putrefacto de Izanami provocando a su vez su metamorfosis infernal en un demonio. Izanagi quedó aterrado al contemplar tal visión del cuerpo de su esposa, por lo que dio media vuelta y salió huyendo de allí. Izanami comenzó a gritar, indignada. Por ello, envió a los seres Infernales tras Izanagi.
Sin embargo, Izanagi consiguió escapar haciendo uso de sus trucos. Primero, tiró su corona al suelo y esta se transformó en un racimo de uvas que los demonios comenzaron a recoger. Cuando volvieron a perseguirlo, Izanagi lanzó las púas que quedaban en su peine, que se convirtieron en brotes de bambú tierno, y los demonios volvieron a detenerse para recogerlos. Al acabarse los brotes, los demonios volvieron a perseguir a Izanagi, junto a otros mil quinientos que la humillada Izanami había mandado en auxilio de sus súbditos.
Mientras escapaba, Izanagi mataba con su espada a todo el que se acercaba demasiado, y así llegó a la boca del infierno donde recogió tres melocotones maduros que arrojó contra sus perseguidores, que escaparon. Izanagi tomó aliento y agradeció a los melocotones por haberle salvado la vida y les pidió que como lo habían salvado a él, ayudaran a los hombres del Japón cuando necesitaran ayuda. A partir de ese momento, los melocotones se convirtieron en frutos divinos.
Izanami se puso tan furiosa cuando vio que todos le fallaban, que ella misma salió a matar al que había sido su marido en la vida; porque ahora ya no era su esposa, sino que se había transformado en la diosa del infierno, pero Izanagi cerró rápidamente la entrada del infierno con una enorme roca. Cuando llegó, a través de una grieta que había quedado libre en la roca, lo amenazó anunciando que se vengaría de él matando a mil seres humanos en un solo día; pero Izanagi le respondió que si ella mataba a mil hombres, él haría nacer a otros mil quinientos, y tapó totalmente la entrada con la roca, que impide el paso a la casa de los muertos.
Finalmente llegaron a un acuerdo, mediante el cual la cifra de nacimientos y fallecimientos se mantienen en la misma proporción. Ella le dijo que debía aceptar su muerte y él prometió no volver a visitarla. Entonces ambos declararon el fin de su matrimonio. Esta separación significó el comienzo de la muerte para todos los seres.
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